lunes, enero 05, 2015

Entre la magia y la racionalidad - Pedro G. Cuartango

Entre la magia y la racionalidad - Pedro G. Cuartango

HE VISTO este fin de semana Magia a la luz de la luna, la película de Woody Allen, que plantea el debate sobre si hay algo más allá de la vida o, dicho de otra manera, sobre si todo lo que nos sucede tiene una explicación racional y lógica.

Yo me identifico con el papel del escéptico, que sólo cree en lo que entiende y que descarta que la magia o lo sobrenatural juegue un papel en nuestras vidas. Pero me han pasado cosas tan raras, tan inexplicables, que a veces pienso que podría estar equivocado.

Ya he contado cómo se me apareció el fantasma de Sarah Bernhardt en su casa en los acantilados de Belle-Île cuando yo no tenía ni idea de que ella había vivido allí. Y también he tenido presentimientos que luego se han confirmado.

Naturalmente que estos fenómenos podrían tener unas causas perfectamente explicables y que nuestra vida nos depara tantas situaciones inesperadas o absurdas que estamos tentados a buscar un sentido en el más allá. Pero la película de Woody Allen tiene para mí otra segunda lectura sobre la que merece la pena reflexionar. Es precisamente la fuerza de los sentimientos y la imprevisibilidad de las cosas que nos pasan e incluso, yo diría, de la importancia del azar.

Hemos sido educados en ideas como la ciencia, el progreso, la lógica de la historia, el peso de las ideas y nociones similares. Pero la verdad es que, a diferencia de lo que apuntaba Hegel, la realidad no es racional ni la sociedad evoluciona linealmente hacia lo absoluto. No tenemos más que mirar a nuestro alrededor para constatar como nuestras certezas se han vuelto inseguridades a lo largo de esta crisis y como hoy es prácticamente imposible predecir lo que va a pasar en este país en los próximos 12 meses.

Es como si de repente nos hubiéramos dado cuenta de que la incertidumbre rige nuestras vidas, siguiendo el modelo de la física cuántica, que establece que no es posible predecir ciertos fenómenos como la trayectoria o la posición de los electrones.

Físicos como Stephen Hawking hablan de la posibilidad de multiuniversos simultáneos en otras dimensiones, algo que choca con nuestros sentidos y con nuestra forma de pensar. Hay ideas como ésta que parecen una elucubración, pero no lo son. Si aceptamos los últimos descubrimientos de la ciencia, esa hipótesis tan absurda es posible e incluso probable.

Lo que quiero decir es que damos por sentado que tenemos el control de nuestras vidas y que podemos entender lo que sucede en nuestro entorno. Pero no es así. Hay fuerzas que están fuera de nuestro alcance, que nos mueven y que somos incapaces de explicar.

Si remontamos la vista hacia atrás, podemos constatar que nuestro pasado está ligado a la gran explosión cósmica que produjo la materia. Somos, como se ha dicho, polvo de estrellas, o sea, un milagro de la bioquímica, sea por azar o por el designio de un ser inteligente.

Por un lado, ello debería elevar nuestro orgullo pero, por otro, hacernos tomar conciencia de nuestra fragilidad y de lo poco que somos en un universo casi infinito. Soy consciente de que nos hallamos ante una descomunal paradoja y que nos falta la respuesta a las grandes preguntas. La incertidumbre es nuestra condición y tenemos que aprender a vivir con ella. Incluso la fe es una apuesta, como escribía el gran Pascal, que sostenía que no podemos estar seguros de nada.